Espacio en el que reflexionar sobre cómo hacer la vida un poco más llevadera.

viernes, 2 de abril de 2010

Haberlo vivido

El sólo hecho de vivir el proceso del enamoramiento representa una experiencia por sí sólo. Haber sido una persona enamorada significa haber puesto a prueba el propio organismo a todos los niveles, lo llevamos a vivir en un mundo desproporcionadamente activado, nos engancha sentirnos de ésta forma. Inyecciones constantes de emociones agitadas procesadas y traducidas a conclusiones totalmente disparatadas, anticipación de vivencia previa a exposición, conducta (a veces) extravagante…. ¡y gratis!


La experiencia del proceso amoroso es algo muy particular y personal, pero precisamente por ello se convierte a la vez en universalmente enriquecedor. Como todo proceso en la vida, el proceso amoroso consta de sus fases, y si no se trabaja con suficiente creatividad puede acabar por llegar a su fin. Y si encima se trata de la primera pareja más aún se puede absorber. Bajo mi punto de vista, el vaso se puede ver de las dos formas ya conocidas por todos. Mirando éste ya famoso vaso de forma que lo veamos medio vacío, podemos incluso llegar a creer que “he tirado dos años de mi vida con éste/a…. ”; mirándolo medio lleno, en cambio, podemos ver que, como en todo proyecto vital que no tiene el éxito que esperábamos, uno puede elegir sacar algo en positivo.

En primer lugar, y siempre después de haber pasado por la sanísima y larga etapa de los clínex -en que parece que cada segundo es una losa de plomo que tiene la extraña propiedad de rodearnos de lluvia y oscuridad en la mañana más radiante y calurosa de la primavera-, uno/a puede elegir tomar la iniciativa de cambiar el prisma y darse cuenta de que lo que ha vivido es algo único que nadie más vivirá nunca. Ni tan siquiera la persona con quien compartiera éste proyecto, porque cada persona es única. Y justamente por ello cada uno puede exprimirla a su modo, ver lo positivo que se ha sacado de la vivencia.

Más allá de los motivos por los que acabase tal o cual relación, uno/a puede además evaluar esta relación de un modo más aislado e interrogarse si la situación vivida le ha hecho feliz mientras la vivía o no. Para ello, y aunque parezca un ejercicio para críos, a veces va bien para ordenar la ideas que circulan hacia uno y otro lado del dilema plasmarlas en una hoja en forma de tabla, parece que ayuda a estructurar la tormenta de ideas que nos sobrevuela sin dejarnos ver el final del túnel.

Sea cual sea la columna que más peso tenga, seguramente podremos ver que la de cosas que no nos han gustado de la relación no está vacía. Y hay otra máxima en ésta vida que bajo mi punto de vista es muy válida, y es que la culpa de algo nunca la carga una sola de las partes del conflicto. Así pues, cada uno de los puntos que hayamos decidido alinear en la columna de las partes negativas de éste proyecto común podremos leerlo desde dos ángulos distintos, intentando siempre tenerlos claramente diferenciados.

En primer lugar, podemos pararnos a analizar por qué motivo o motivos no queremos que éste punto se dé en futuras experiencias amorosas. Hacer esto, aunque se vea como un ejercicio sencillo, creo que implica que nos tomemos al menos unos minutos (¡al menos!) para asegurarnos de que éstos son los realmente verdaderos para nosotros, los que, por nuestra forma de ser y de vivir, no estamos dispuestos a aceptar de forma placentera en nuestra vida. Se trata, pues, de ver qué es lo que no queremos y porqué, en resumidas cuentas.

Por otra parte, podemos también enfocar éstos puntos como algo que está también –en parte- bajo nuestra influencia, algo en lo que tenemos un cierto poder, una cierta capacidad de maniobra. Y es esta parte en la que tenemos una cierta influencia, un cierto poder, la que podemos explotar más. Porque es aquí donde tenemos la capacidad de maniobra. Una buena pregunta reflexiva podría ser “¿qué puedo hacer YO para mejorar éste punto?”. Es aquí donde deberíamos analizar qué estrategias tomar y desarrollar para hacer de nuestra existencia algo mínima y significativamente más placentero para nosotros mismos/as: qué actitudes y conductas podemos adoptar para, sutilmente, prevenir y/o cambiar situaciones y/o circunstancias que nos producen un malestar.

Como ya se ha dicho –y creo que estaremos de acuerdo-, cada persona es única e irrepetible, y por lo tanto la mayor experta en lo que a su vida y su forma de ser se refiere. Cada individuo es quien deberá sacar sus propias conclusiones e iniciativas para crear evolución positiva en su vida. Pero ¿no es ésta precisamente la parte más seductora y estimulante?

Joan Sorribes Cabrerizo

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