Espacio en el que reflexionar sobre cómo hacer la vida un poco más llevadera.

martes, 6 de abril de 2010

La importancia de NO etiquetar

Etiquetar significa definir. todos lo usamos para simplificar el mundo en el que vivimos. Es una herramienta útil, ya que, de otro modo, apenas podríamos dar un paso por la calle tal sería la cantidad de elementos que deberíamos analizar, pero a pesar de su utilidad, su uso no está exento de peligros.

Como he dicho en la introducción de éste artículo, etiquetar es definir una realidad demasiado compleja enmarcándola dentro de unos parámetros más o menos estables. Así pues, decimos que un niño es malo para definir una serie de conductas (aunque éstas, probablemente, no sean las mismas conductas que realiza el niño del vecino, que también es malo)

A pesar que soy el primero en caer en etiquetajes en mi día a día, no me gustan demasiado y procuro evitarlos en la medida de lo posible. En realidad creo que causan más problemas de los que solucionan aunque muchos son inevitables y los hacemos de un modo del todo inconsciente. Déjenme que siga con el ejemplo del niño y el eres malo, frase que todos habremos usado u oído usar una infinidad de veces, aunque también es válido para cualquier otra situación que se les pueda ocurrir.
Supongamos que empiezo a decirle al niño eres malo, desde su más tierna infancia como respuesta a una conducta suya que desapruebo. (No entraré a discutir aquí formas de educar a nuestros hijos, aunque si les resulta interesante podemos abordarlo en futuros artículos) Bien, tenemos a un niño que, probablemente, oiga que es malo una media de, mínimo, tres veces al día, veintiuna veces a la semana, ochenta y cuatro veces al mes y mil ocho veces al año. (recordemos que hablamos de mínimos) Puede parecer insignificante cuando lo decimos pero, imaginemos que tenemos a alguien al lado que nos dice que somos unos ignorantes más de mil veces al año. Yo no sé si podría aguantarlo, se lo aseguro y, con total seguridad, empezaría a preguntarme si realmente lo soy o no. Además, es probable que no sólo seamos nosotros quien lo diga, puede que su hermano también, sus abuelos, las vecinas que nos encontramos en el parque, su niñera... Estoy seguro que no lo dirán con mala intención, simplemente se ha convertido, como otras tantas cosas, en una frase hecha.

Aunque el mensaje que estamos transmitiendo al niño es que ES malo, es lo que oye, puesto que le estamos etiquetando de ello y por tanto, definiendo como tal. El goteo constante de dicha definición repercutirá en él de tal forma que su comportamiento inadecuado (aquello que hacía que le definiéramos como malo, aún a pesar de que, probablemente, tan sólo fueran conductas propias de la edad) empezará a empeorar.
Es aquello de si me van a culpar de algo de todos modos, al menos que lo hagan con razón.

El momento de máximo apogeo de lo que digo llega con la adolescencia, situación ya de por sí complicada para toda la familia. Es como si el adolescente les dijera a sus padres: me habéis dicho que soy malo toda mi vida, ahora sabréis lo que es ser malo de verdad.

Lo curioso es que eso no hace más que confirmar que, en efecto, el chico es malo. Llegados a éste punto, lo más frecuente es que los padres sigan diciéndole lo malo que es (aunque lo digan con otras palabras el mensaje sigue siendo el mismo) lo que hará que el chico se comporte cada vez peor. Es un círculo vicioso, un pez que se muerde la cola que, aunque no lo creamos, empieza desde la más tierna infancia, desde esos inocentes, Ufff, pero mira que es malo, dirigimos a niños de tan sólo dos años.

Lo mismo ocurre con el resto de nuestra vida. Todo etiquetaje (y cada uno de nosotros llevamos unos cuantos a las espaldas) nos marcará de un modo u otro y determinará nuestra forma de ser en mayor o menor medida. Así pues, el vago tenderá a hacer cada vez menos cosas, el tímido se encerrará cada vez más en sí mismo etc...

Porque, de algún modo, esa etiqueta que cuelga de nuestra personalidad, no nos permite actuar de otro modo. Es cómo si nos estuvieran dando una excusa para seguir siendo así, para no cambiar. Hago esto o aquello porque, como soy malo, no lo puedo evitar. (aunque la verdad es que sí podemos evitarlo, pero requiere más esfuerzo que hacer aquello que los demás esperan que hagamos) Si los demás esperan que seamos de una determinada
manera, lo más probable es que acabemos siéndolo, porque el cómo nos ven los demás, termina por ser el modo en que nos vemos a nosotros mismos.

Josep Parera Escrichs.

2 comentarios:

  1. Qué tal Josep,

    He leído tu artículo sobre los etiquetajes y me parece interesante, lo que pasa es que creo que es bastante inevitable. Aún así, creo que es una propuesta interesante, algo no muy extendido.

    Saludos, Marcos

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  2. Hola Marcos,

    gracias por estrenar éste blog.

    En cuanto a lo de que es inevitable... estoy de acuerdo contigo, aunque ello no implica que no debamos intentar reducir al máximo el número de etiquetajes que hagamos (sobre todo en lo referente a tratar con niños que son, por otro lado, a los que má pueden afectar)

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